Port-Salut (Haití), 1953
Por João Alexandre Peschanski
El padre salesiano desde 1982, Aristide estudió teología en Italia, Grecia e Israel. En estos países, tuvo contacto con corrientes progresistas de la Iglesia Católica. Al regresar a Haití, fue asignado a una parroquia en una favela de Puerto Príncipe. En sus sermones, atacaba al gobierno de Jean-Claude Duvalier, a quien acusaba de autoritario y plutócrata. Fue perseguido por los Tontons Macoutes, quienes destruyeron su iglesia, pero escapó de intentos de asesinato. La población, especialmente en la capital haitiana, lo apoyaba.
Conocido como Titid, participó activamente en los movimientos que derrocaron a Duvalier en 1986. Estimuló la aparición de asociaciones

de barrio, principalmente en Puerto Príncipe. De ellas se originó el movimiento Lavalas (“avalanche” en criollo), del cual es el principal líder. En 1988, fue expulsado de su orden religiosa, cuyos miembros lo consideraban demasiado radical. Dos años después se presentó a la elección presidencial, ganándola con el 67% de los votos.
Al inicio de su mandato en 1991, Aristide intentó conciliar los intereses de sus partidarios y opositores. Su estrategia de consenso fracasó y, para no perder la simpatía de las clases populares, radicalizó sus discursos, convocando un levantamiento popular contra las élites. Fue derrocado ese mismo año por militares y ex-Tontons Macoutes hostiles a realizar cambios radicales en el país, como la reforma agraria y la redistribución de la riqueza.
Con un precio por su cabeza, Aristide viajó a Venezuela y luego a los Estados Unidos. Se acercó al Partido Demócrata, que garantizó su regreso a la presidencia de Haití en 1994. Permaneció dos años en el cargo, período en el que implementó políticas de corte neoliberal. Sucedido por René Préval, uno de sus aliados, intervino directamente en los rumbos del gobierno. Fue reelegido presidente en 2000.
En su último mandato, facilitó el acceso de productos extranjeros a Haití y ordenó la privatización de las empresas de telecomunicaciones y de agua, entre otras. Su política fue criticada por movimientos sociales. A finales de 2003, reprimió manifestaciones populares contra su gobierno. Al año siguiente, las movilizaciones se multiplicaron. Ex-militares iniciaron un levantamiento contra Aristide, quien solicitó ayuda internacional. El gobierno de Estados Unidos, con la aprobación de la ONU, decidió intervenir y, en 2004, secuestró al presidente y lo envió a la República Centroafricana. Titid comenzó a financiar grupos para mantener su apoyo en los barrios pobres. Llamados Chimè (“quimeras” en criollo), sembraban, a menudo, el terror. Después de siete años de exilio, el ex-presidente regresó a Haití en 2011.