Agronegocio

Por Bernardo Mançano Fernandes

El concepto de agronegocio (agrobusiness) surgió a mediados del siglo XX en los Estados Unidos. La idea era construir una política que incrementara la participación del productor familiar en el mercado. El énfasis en el mercado se volvió prioritario, restándole importancia a otras dimensiones del desarrollo. La idea era afín a los intereses de la agricultura capitalista y fue incorporada por las grandes empresas agroindustriales, que comenzaron a desarrollar políticas para la explotación de los campesinos y sus territorios en todos los países de América Latina. Este proceso, denominado “integración”, inauguró una nueva forma de sometimiento del campesinado al capital e intensificó la cuestión agraria. La intensificación se volvió más profunda debido a la dinámica productivista del agronegocio, que, al territorializarse, pasó a ocupar latifundios y tierras de campesinos.

Agronegocio es, de hecho, solamente un nuevo nombre para el modelo de desarrollo económico de la industria agropecuaria capitalista que había sido implantado en la década de 1950. El observador atento comprenderá de inmediato que el modelo no es nuevo: tiene su origen en el sistema de plantations –o agroexportador–, en el que las grandes propiedades se utilizaban exclusivamente para la producción de exportación. A lo largo de las diferentes etapas de desarrollo del capitalismo, este modelo sufrió modificaciones y adaptaciones tendientes a intensificar la explotación de la naturaleza y el campesinado. El agronegocio representa la fase más reciente del capitalismo dentro de la actividad agropecuaria y se caracteriza por el control estratégico del conocimiento, la producción y el mercado mediante el uso de tecnología de punta.

En América Latina, la noción de agronegocio se difundió en la década de 1990; cabe señalar, también, que es una construcción ideológica que pretende modificar la imagen latifundista de la agricultura capitalista. El latifundio carga con la imagen de la explotación, el trabajo esclavo, la extrema concentración de la tierra, el coronelismo, el clientelismo, la servidumbre y el atraso político y económico. Por lo tanto, es un espacio a ser ocupado para el desarrollo del país. El latifundio está asociado con tierras improductivas que pueden ser utilizadas para la reforma agraria. Las tentativas de crear la figura del “latifundio productivo” (sic) no tuvieron éxito, porque ya van más de quinientos años de explotación y dominación y no existe ningún adjetivo capaz de modificar el contenido del sustantivo.

Cosecha de soja en el sur de Brasil, en 2013 (Difusión/Ministerio de Agricultura/Abr)

 

La imagen del agronegocio fue construida para renovar la imagen de la agricultura capitalista, para “modernizarla”. Es un intento de ocultar su carácter concentrador, predador, expropiador y excluyente y resaltar, en cambio, su carácter productivista –destacando el aumento de la producción, la riqueza y las nuevas tecnologías–. De la esclavitud a la cosecha controlada vía satélite, el proceso de explotación y dominación continúa activo; la concentración de la propiedad de la tierra se intensifica y la destrucción del campesinado aumenta. El conocimiento que propició los cambios tecnológicos se basó en la estructura del modo de producción capitalista. Por lo tanto, aun cuando ese proceso haya sido perfeccionado, no se encontró ninguna solución a los problemas socioeconómicos y políticos: el latifundio produce exclusión por improductividad y el agronegocio produce exclusión por productividad intensa.

La agricultura capitalista, patronal, empresarial o agronegocio –cualquiera sea el eufemismo utilizado– no puede esconder aquello que es parte de su lógica intrínseca: la concentración y la explotación. En esta nueva etapa de su desarrollo, el agronegocio procura dar una imagen de productividad, de generación de riquezas. De este modo se transforma en el espacio productivo por excelencia cuya supremacía no puede ser amenazada por los campesinos. Mientras que el territorio del latifundio puede ser expropiado para implementar proyectos de reforma agraria, el territorio del agronegocio se presenta como sagrado: algo que no puede ser violado. El agronegocio es un nuevo tipo de latifundio, todavía más amplio, porque no sólo concentra y domina la tierra sino también las tecnologías de producción y las políticas de desarrollo.

La implementación del agronegocio expandió su territorialidad, ampliando el control del territorio y las relaciones sociales y agudizando las injusticias sociales. El aumento de la productividad dilató todavía más su contradicción central: la desigualdad. El uso de nuevas tecnologías hace posible una producción cada vez mayor en áreas más pequeñas. Este proceso produce concentración de poder y, consecuentemente, de riqueza y territorio. El punto clave de esta expansión es el control del conocimiento técnico por medio de la agricultura científica globalizada. Por lo tanto, podemos concluir que el agronegocio redimensionó la cuestión agraria al haber aumentado la exclusión del campesinado del proceso de producción de alimentos e intensificado la expropiación. La tierra refuerza el carácter territorial, imprescindible para la construcción de un modelo de desarrollo que respete el tiempo natural, los derechos humanos y sus diversidades.

publicado 31/08/2016 12:02, Conteúdo atualizado em 03/07/2017 14:00