
Con regulación e incentivos ya aprobados, Brasil avanza en la creación de un mercado competitivo de hidrógeno verde y sus derivados. Expertos reunidos en la ETRI 2025 destacaron que este combustible forma parte de un portafolio más amplio de tecnologías para la transición energética.
El sector brasileño de hidrógeno verde y derivados —como metanol, amoníaco y fertilizantes— entra en una nueva fase de expansión. Según Fernanda Delgado, directora ejecutiva de la Asociación Brasileña de la Industria del Hidrógeno Verde (ABIHV), las empresas están listas para iniciar la producción en 2029 y las exportaciones en 2030, impulsadas por subsidios legales de 3 mil millones de euros previstos entre 2030 y 2034. La declaración fue realizada durante el panel Descarbonización y Combustible del Futuro, llevado a cabo el 5 de noviembre en la 8ª edición de la Energy Transition Research & Innovation Conference (ETRI), un evento del Centro de Investigación e Innovación en Gases de Efecto Invernadero de la Universidad de São Paulo (RCGI-USP).
Delgado explicó que el país ya cuenta con un marco regulatorio y políticas de incentivo consolidadas, lo que estimula la participación del sector privado. El enfoque ahora, dijo, es conectar a los compradores internacionales de Europa y Asia con el mercado brasileño. “Nuestra trayectoria demuestra que es posible unir la política industrial y la ambiental —como hicimos con el etanol, el biodiésel, la energía eólica y el gas natural licuado. Al principio, todo parecía costoso o inviable, pero el tiempo y la escala cambiaron eso. Ahora es el momento de transformar las promesas en negocios concretos”, afirmó.
Para Ricardo Martins, de Hyundai Motor de América Central y del Sur, el hidrógeno es una pieza central de la movilidad del futuro. Destacó el papel de Brasil como referencia tecnológica, apoyada por políticas públicas y centros de investigación, pero recordó que la descarbonización también depende de la viabilidad económica. “Es fundamental invertir en infraestructura de producción y distribución y en métricas confiables para calcular la reducción real de las emisiones —algo esencial para atraer inversiones”, señaló.

Según él, hay más de 1 billón de dólares disponibles a nivel mundial para proyectos de descarbonización y, para 2025, la mitad de la movilidad global debería funcionar con hidrógeno. “Es una oportunidad económica y, sobre todo, una cuestión de supervivencia de la sociedad”, concluyó.
El científico jefe del TNO Energy & Materials Transition, André Faaij, afirmó que la transición energética requerirá una profunda reconfiguración industrial, especialmente en los sectores de combustibles y de la industria química. Según él, ya existen tecnologías y sistemas económicamente viables para esta transformación en los próximos 25 años, pero será necesario combinar múltiples soluciones, con la presencia de amoníaco, hidrógeno, biocombustibles y combustibles sintéticos.
Faaij señaló que el nuevo portafolio global de combustibles será híbrido y defendió el desarrollo de las “refinerías del futuro” —plantas industriales flexibles, capaces de operar con diferentes orígenes de carbono y vectores energéticos, produciendo combustibles e insumos químicos de bajo carbono. “El horizonte de 25 años es corto, y el elemento clave es la innovación continua”, subrayó. “No cumplir la meta de limitar el calentamiento a 1,5 °C podría costar entre el 20% y el 25% del PIB mundial; en un escenario de 3 °C, el impacto podría alcanzar dos tercios de la economía global”, citó, basándose en un estudio reciente publicado en Nature.
Para Plinio Nastari, presidente de Datagro, el etanol es el mejor vector para el hidrógeno, ya que permite generar el combustible en el punto de uso a partir de una fuente renovable abundante —una línea de investigación desarrollada por el RCGI-USP. Recordó que Brasil ha sustituido más de 4 mil millones de barriles de gasolina y evitado 1 mil millones de toneladas de CO₂ desde el programa Proálcool, hace 50 años. Hoy, la mitad de la matriz energética nacional es renovable. Nastari también destacó el sistema regulatorio avanzado y las certificaciones de biocombustibles que permiten medir la intensidad de carbono, además del impacto de los biocombustibles en el desarrollo de la ingeniería automotriz brasileña, que ha convertido al país en uno de los seis polos mundiales del sector.
Incluso en un sector tradicional como el marítimo, la transición energética avanza. Flávio Haruo Mathuiy, de la Marina de Brasil, recordó que la Organización Marítima Internacional (OMI) estableció metas de descarbonización hasta 2050 y que la industria naval ya invierte en combustibles menos intensos en carbono, como el amoníaco y el metanol. Según él, presiones de países productores de petróleo retrasaron parte de las decisiones, pero el movimiento continúa por iniciativa propia, impulsado por la competitividad y la supervivencia del mercado. La Marina, agregó, participa en foros y cooperaciones internacionales orientadas a la eficiencia energética y al desarrollo de nuevos combustibles marítimos.