Garanhuns (Brasil), 1945
Por Emir Sader
Luiz Inácio da Silva, Lula, nació en una pequeña ciudad del sertón de Pernambuco. Su madre, campesina y con siete hijos, era analfabeta. Emigró a São Paulo, centro-sur de Brasil , como lo hicieron millones de sus coterráneos del Nordeste en las décadas 1950 y 1960. Realizó un curso de formación profesional y empezó a trabajar como tornero mecánico en la industria metalúrgica paulista, a fines de los años 50. Durante la dictadura militar, en los años 70, actuó en el sindicato de los metalúrgicos, en São Bernardo do Campo, en la Gran São Paulo. Fue el comienzo de una trayectoria singular que lo llevaría, en 2003, treinta años y cuatro candidaturas presidenciales después, a transformarse en el primer brasileño de origen trabajador que asume como presidente de la República.
En el sindicato, Lula pasó a ser el principal líder de la resistencia contra la política salarial inflexible del régimen. A fines de los años 70 dirigió las mayores movilizaciones contra la dictadura. Cayó en prisión, encuadrado en la entonces famosa Ley de Seguridad Nacional, su sindicato fue intervenido y su ciudad fue sitiada por tropas del Ejército (1982). Pero las huelgas de los metalúrgicos, que él lideró, lograron derrotar la política económica de la dictadura y abrieron el camino para el agotamiento del régimen.
En la transición hacia la democracia, fundó, junto con otros dirigentes sindicales, intelectuales, militantes de la izquierda católica (influenciados por la Teología de la Liberación) y ex militantes de la izquierda de los años 60 y 70, el Partido de los Trabajadores (PT), del cual fue fundador y presidente.
Con un programa centrado en la ampliación de los derechos sociales, en la suspensión del pago de la deuda externa y en la democratización del sistema político, el PT, bajo la conducción de Lula, fue proyectándose a lo largo de los agitados años 80 como el gran partido popular de Brasil, paralelamente a la fundación de la Central Única de los Trabajadores (CUT) y del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), estrechamente vinculados al partido.
Cerca de la victoria en las primeras elecciones directas
Lula se presentó como candidato a la presidencia de la República, en 1989, en las primeras elecciones directas para ese cargo desde 1960. Defendió el programa original del PT, de fuerte contenido clasista y cuestionador del capitalismo. En una histórica campaña, que confirmó la simpatía por la propuesta del partido en las grandes ciudades y entre intelectuales, artistas y crecientes sectores de la clase media, fue a la segunda vuelta, cuando recibió el apoyo de todos los otros sectores de izquierda contra Fernando Collor de Mello. Perdió por estrecho margen, pero, a partir de ese momento, se transformó en la gran esperanza política nacional, especialmente después que Collor fue separado del cargo debido a acusaciones de corrupción.
Lula se retiró de la presidencia del PT, dedicándose a preparar su programa para las elecciones presidenciales siguientes, en 1994, en el Instituto de la Ciudadanía, que él dirigía. El programa tuvo dos ejes centrales: justicia social –propagada por Lula mediante marchas por todas las regiones pobres de Brasil– y ética en la política –tema que cobró importancia luego de la caída de Collor–. Cuando Fernando Henrique Cardoso, ministro de Hacienda del gobierno de Itamar Franco (que había sido el vice de Collor), lanzó el Plan Real, Lula era el candidato favorito. Similar a los planes que ya se venían poniendo en práctica en la Argentina y en México, con gran repercusión electoral, el Plan Real tuvo éxito inmediato en el control de la inflación, y en seguida conquistó el apoyo popular. Cardoso se lanzó, entonces, a la carrera por la presidencia en las siguientes elecciones, a través de una coalición entre su partido, el PSDB, y el DEM. Rápidamente, Cardoso superó a Lula.
La traumática derrota tuvo un impacto profundo en el PT y en su candidato, que ya se preparaba para gobernar el país por primera vez. A partir de ese momento, Lula capitaneó un proceso de conquista de la “gobernabilidad” por parte del PT, que significó la adaptación de sus puntos de vista a las condiciones del Estado y de la economía brasileños. Volvió a ser candidato a la presidencia en 1998, pero ya con propuestas más moderadas, tratando de quitar a su imagen el tono combativo, por el carácter de denuncia que su discurso solía tener. Fue derrotado en la primera vuelta por Cardoso, a pesar de estar acompañado por Leonel Brizola como candidato a vicepresidente.
La campaña de la esperanza contra el miedo
En las elecciones siguientes, en 2002, cuando el fracaso del gobierno de Cardoso ya se hacía patente, Lula se presentó de nuevo como candidato a la presidencia, afirmando que “esta vez, la última, no podía perder”. Formuló su programa directamente en el Instituto de la Ciudadanía y no en el PT. Y le avisó al partido que aceptaría ser candidato con la condición de tener libertad para hacer las alianzas que considerara necesarias para triunfar. Eligió a José Alencar, un empresario textil, como candidato a vicepresidente, contrató un profesional de marketing para orientar la campaña y optó por efectuar una declaración en la que expresó que no rompería ningún compromiso –la Carta al Pueblo Brasileño–, cuando, durante la campaña electoral, el capital financiero promovió un fuerte ataque especulativo a la economía brasileña.
Lula triunfó en las elecciones de 2002 con el eslogan “la esperanza contra el miedo” y afirmando que lo social tendría prioridad. Sin embargo, ya en la propia composición del gobierno quedó claro que el compromiso asumido durante la campaña implicaba priorizar las metas económicas. Henrique Meirelles, un ex banquero internacional, que acababa de ser elegido para el Parlamento por el partido de Cardoso, fue designado para la estratégica función de presidente del Banco Central.
Aunque mantuvo inicialmente el discurso de la “lucha contra el hambre” como eje, el gobierno optó por políticas sociales focalizadas, asistenciales –y no de afirmación general de los derechos sociales–, las cuales serían insuficientes para cambiar la fisonomía de un país con índices muy altos de miseria. El gobierno de Lula no hizo de lo social su prioridad, como se había comprometido, porque mantuvo la política económica heredada de la gestión de Cardoso. Realizó una (contra)reforma previsional, que contribuyó decisivamente a la crítica y el distanciamiento de los movimientos sociales con respecto al gobierno.
La política exterior del gobierno representó la mayor ruptura en relación con el gobierno anterior, acentuando el proceso de integración regional, impidiendo el desarrollo del ALCA, promoviendo la formación del Grupo de los 20 y estableciendo una alianza regional que va desde Cuba y Venezuela, pasando por Brasil como eje, hasta llegar a Uruguay y la Argentina.
Cuando promediaba su mandato, el gobierno y el PT comenzaron a ser acusados de casos de corrupción. La crisis del mensalão (supuesto pago mensual a diputados de los partidos aliados para garantizar una mayoría en el Congreso) y otras que le siguieron, obligaron a efectuar un reemplazo de ministros –entre ellos el principal articulador político del gobierno, el titular de la Casa Civil José Dirceu, y posteriormente el ministro de Hacienda, Antonio Palocci– y de la dirección del partido, pero, más que nada, afectó profundamente la imagen ética de Lula y del PT. La oposición de derecha ganó fuerza, apoyada por el monopolio privado de los medios, que amplió al máximo las denuncias con la perspectiva de debilitar a Lula para impedir su reelección, la que se daba por descontada antes de la crisis de 2005.
El presidente reaccionó recurriendo a las movilizaciones populares, con el fin de combatir las acusaciones de la oposición. La maniobra, así como los efectos positivos de las políticas sociales de su gobierno, fue responsable en gran medida por su re-elección en el 2006, cuando derrotó al candidato del PSDB, Geraldo Alckmin.
Las denuncias afectaron la imagen del PT, pero no la imagen de Lula. Por el contrario, el prestigio del presidente no paró de crecer a lo largo de su segundo mandato. La política de lucha contra el hambre lo proyectó con el gran mandatario en el plano internacional. El gobierno abrió una serie de embajadas en la parte sur del globo – especialmente en el continente africano, a donde Lula viajó diversas veces – lo que reforzó aún más su prestigio en el exterior.
Frente a la crisis económica internacional iniciada en el 2008, Lula decidió intensificar las inversiones públicas, fortalecer a los bancos estatales y ampliar las políticas de redistribución de renta. Gracias a esta estrategia, Brasil, después de sufrir algunos efectos iniciales de la crisis, reaccionó positivamente y atravesó el período sin estremecimientos. Lula terminó el segundo mandato con más de 90% de aprobación, aún con la mala voluntad de los medios en relación a su gobierno. El presidente escogió a DilmaRousseff para su sucesión y ella fue electa en el 2010
Inmediatamente después de dejar la presidencia, Lula tuvo diagnosticado un cáncer en la garganta. El tratamiento fue un éxito y él se curó. A partir de entonces, concentró su actuación en el Instituto Lula, dando continuidad al trabajo de relaciones con América Latina y con África. En el Instituto acostumbra a recibir políticos y personalidades de varias partes del mundo. Desde que dejó la presidencia recibió centenas de títulos de doctor honoris causa de universidades de varios continentes.
En el 2014 se empeñó en la reelección de DilmaRousseff. Después de eso, su nombre pasó a ser recordado para una eventual candidatura a la presidencia en el 2018.
Conteúdo atualizado em 18/05/2017 15:11